La unidad en lo fragmentario. BARBECHO de Natxo Montero Danza. Por Camila Phillipps-Treby
El espectáculo que Natxo Montero nos presenta está dividido en tres partes claras en torno al proceso creativo, y juega con la estructura presente-futuro-pasado.
Siendo un espectáculo fragmentario, se encuentra lejos de estar desarticulado, sino que tiene una unidad concisa que le otorga belleza.
Esta unidad viene dada, antes que nada, por el tema central. El proceso creativo acompaña todo el espectáculo desde distintas perspectivas.
Desde la perspectiva del trabajo terminado, o no. Desde otra en un formato más cómico, en el que ellos encarnan un tercer papel que entra en juego posteriormente a la creación: el del crítico. Y por último abordan el proceso creativo como algo sacrificado en el que el artista debe enfrentarse a su creación y a él mismo. A sus miedos y a sus inseguridades.
Teniendo esto como hilo conductor y unos performers enfocados en la misma dirección, el espectáculo ya se sustenta en una base que puede guiarlo de forma cohesionada. Pero ellos no paran ahí, juegan con más elementos unificadores.
Otro elemento unificador de gran peso, y que está muy explotado por los performers, es el espacio.
El espacio de Barbecho se compone principalmente por los mismos actuantes (caracterizados de una forma muy cómica con cabezas de cerdo y gabardina) y un montículo de tierra. A partir de ahí y de la dramaturgia introducen progresivamente nuevos objetos en escena.
Los objetos, además de fortalecer un ritmo dramatúrgico por aparición de nuevos elementos, configura un espacio y lo integran en la coreografía de los performers.
Este espacio se va creando de forma constante, hasta llegar a un espacio final que, inteligentemente utilizado, se liga a la siguiente fase del espectáculo. Fase en la que juegan al simulacro. Por una parte Natxo Montero simula un visitante a la exposición Barbecho e, por otra, Laia Cabrera, simula ser la comisaria de esa exposición.
Ese espacio pues, que es el resultante de la coreografía de la primera fase, sirve como nexo para introducir la segunda fase. Es la razón de ser de esa fase.
La presencia de los objetos y su explicación, tratada desde la parodia de una visita guiada a una exposición museística, hacen referencia a la fase anterior, y de esta forma crean un vínculo unificador.
Como segunda transición, la comisaria limpia el espacio de la creación, como final de la misma, para llevarnos al germen de todo, donde comenzó la gestación del espectáculo.
Así, el espacio del principio se une con el del final, con el único elemento presente es la tierra, esta vez transformada, ya no la encontramos en un montículo sino esparcida por toda la superficie.
Como otro elemento de unión tenemos la luz y sus atmosferas. Con una niebla que se va creando poco a poco en cada transición. La luz se va comiendo el espacio, desapareciendo segundo a segundo, hasta hacerse el oscuro. Siempre el mismo juego de luces para unir las fases.
Por último, tenemos la música como leimotiv de pasos coreográficos. Una determinada música activa unos pasos determinados en los performers, que son repetidos, variados constantemente, en juego con los objetos.
Esta música aparece en la primera y en la tercera y une el proceso creativo. Sin embargo, en la segunda fase, lo único que podemos escuchar es el sonido de un aspirador tragándose la tierra.
La coreografía está basada en la repetición de unos determinados pasos que varían entre sí, algo propio de la danza posmoderna. Esta característica se puede ver como una huella en toda la composición con respecto a los objetos y al espacio. La repetición, en las distintas secuencias o fases, ya sea por variación o por transformación, nos da una unidad y un ritmo muy definido.
Barbecho es un espectáculo unido por la variación de elementos que se juegan en escena y en la dramaturgia, mientras que nos invita a presencias unas fases distintas del proceso.