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Natxo Montero_danza

“BARBECHO” de NATXO MONTERO compañía por Afonso Becerra- Vigo.

Susan Sontag quiso liberar al arte contemporáneo de la sumisión a la semántica y a las interpretaciones que buscasen legitimarla o deslegitimarla.

Natxo Montero y Laia Cabrera se rebozan en el juego de la danza-teatro con la alegría de los cerdos, con el divertimento de las niñas y los niños que gozan haciendo castillos de arena y derrumbándolos.

El contacto con la tierra, la danza con la careta de cerdo, los objetos empleados y lanzados... todas las actividades escénicas como actos en potencia que permanecen en barbecho en la intersección de la luz y del movimiento, derrumban los significados. Igual que el simulacro con el micrófono que se coge para hablar, pero no se dice nada.

En la segunda parte, el simulacro paródico de una visita guiada a la instalación artística "Barbecho" de Natxo Montero, conducida por la comisaria de la exposición, Laia Cabrera, para ironizar sobre el juego de las exégesis sobre el arte, sobre esa tendencia a buscar el símbolo, como si la propia morfología artística y sus vectores de fuerza no valiesen por sí mismos.

BARBECHO lúdico y gamberro, con imágenes de gran belleza. La acción lumínica que marca zonas de juego cenitales, pero que también es objeto de la mirada, como la luna y sus rayos encantadores. El desfile de los cerdos engabardinados esparciendo la tierra de los castillos que antes habían construido con calderos de juguete. Esos castillos que nos montamos y que siempre son fantasías inexpugnables que acaban por caer. El olor a tierra húmeda y fértil. La tierra del juego en el escenario como simiente de cualquier encantamiento guiado por la coreografía de la actriz y del actor.

Objetos, movimientos, luz y sombra... que remiten sin cesar a las dinámicas cíclicas de los juegos de infancia: los calderos de plástico de colorines con los Angry Birds, las palas, el patinete... cogidos, utilizados, abandonados y recogidos. La escoba que no barre sino que es cabalgada alegremente. Los saltos y las trayectorias circulares que recuerdan a las de los corros. La parodia de una coreografía con aires de ballet clásico. Los cortes e interrupciones en la música, que indican un cambio en los roles de juego, para retornar a la acción que se estaba ejecutando antes. Las mallas verde y azul brillantes, para un número circense que llega al clímax estético en los ejercicios de equilibrio de Laia tumbada encima de los pies de Natxo, acercándonos a una imagen surreal. Saltar en el sofá y lanzarse hacia atrás y hacia adelante llevándolo consigo. El juego de las huellas en la tierra, arándola con los pies desnudos, abriendo surcos al andar... ciñéndose a la tierra en la geometría jeroglífica del juego y, para que juguemos mejor, dejar la semántica en barbecho.

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