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Natxo Montero_danza

ANÁLISIS DE BARBECHO POR Laura Porto Crabeiro

ANÁLISIS DE BARBECHO POR Laura Porto Crabeiro

Será el juego el barbecho de los humanos? 

El teatro danza siempre sorprende. Podemos afirmarlo con poco riesgo de errar tras contemplar el pasado domingo el espectáculo Barbecho, de la compañía Natxo Montero_danza, performado por Natxo Montero y Laia Cabrera, en el Teatro Ensalle. Accedemos a la sala influidas por el título, con la intención de asistir a una reflexión escénica sobre el reposo y la necesidad de calma en este ajetreado mundo postmoderno y acabamos riendo, con la boca ligeramente abierta, mientras observamos a dos performers con máscaras de cerdo que se mueven frenéticamente y juegan sin cesar desde el inicio hasta el final de la pieza.

En la primera parte del espectáculo asistimos a una serie de juegos de interrelación entre os actores y el suelo cubierto de tierra, a la creación de un espacio de apariencia aleatoria y al transitar lúdico por este espacio.

 Aquí todo juega, incluso la música con el silencio, nada parece estar en reposo y esto hace que nos preguntemos si no será precisamente el juego el barbecho de los humanos, si lo que se oculta en esas máscaras de cerdo no será la parte de nosotros que olvidó la alegría animal y necesita mover el cuerpo para que el espíritu repose. 

Los actores desaparecen para dejarnos contemplar la escena vacía, gastada, pisada, vivida, y vuelven a reaparecer para permitirnos asistir al simulacro de una visita guiada por el espacio en el que nos desvelan parcialmente el código que construye la pieza al tiempo que ironizan sobre la obra artística y la importancia (excesiva) de la significación sobre la sensación, burlándose así de aquellas de nosotras que caímos presas del desconcierto cuando al acceder a la sala vimos en escena algo que non se ajustaba a nuestras expectativas discursivas.

Por último, el simulacro se deshace, el espacio se deshace y una vez más queda sólo la tierra, que es surcada por los pies de los actores para después quedarse, por última vez, sola y marcada, esperando que alguien vuelva a trabajar sobre ella.

 

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